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lunes, 30 de julio de 2012

Regimiento de Caballería Nº 2 "Coronel Felipe Toledo



El Regimiento de Caballería N° 2, tuvo su nacimiento en el Fortín "Coronel Martínez" el 30 de julio de 1931, siendo su primer Comandante el Mayor Tranquilino Ortíz Cabral. Otros Comandantes durante la contienda chaqueña fueron el Cap Juan N. Barrios, Cap Adolfo Martínez, Cap José Rosa Aranda y el Cap Victoriano Benítez Vera.
Perpetúa el nombre del héroe aregüeño de la Guerra de la Triple Alianza, el Coronel Felipe Toledo quien a los 75 años murió heroicamente en Itá Ybaté comandando el Regimiento "Acá Carayá" el 21 de diciembre de 1868
Al iniciarse las hostilidades en el Chaco, el RC2 se encontraba en Campo Esperanza. De allí pasó a Isla Poi con las otras unidades y quedó encuadrada dentro de la Gloriosa 1ª División de infantería, llamada por propios y extraños la “División de Hierro”. En la Batalla de Boquerón, participó desde el 9 de setiembre de 1932, la Unidad totalmente montada participa en las acciones de Yucra, a retaguardia de Boquerón. Por falta de agua, los caballos vuelven a Isla Po´i. Continúa participando, ya a pie, en numerosas acciones.
El RC 2 "Coronel Felipe Toledo" formó parte de la heroica defensa de Gondra (1933), participó en la persecución del enemigo en la rendición boliviana de Campo Vía y posterior captura del Fortín Muñoz, base principal de todo el sistema de penetración, por el sur del ejército boliviano.
En 1934 la unidad victoriosa se apoderó de Magariños, Cabezón, La China, hasta situarse frente al baluarte boliviano "Ballivián".
Participó luego en la batalla de "El Carmen", la toma de Oruro, captura del Puesto Lapacho e irrupción en Capirendá, Agua Blanca y por último el camino a Kayguá. El alto al fuego y fin de la contienda les sorprendió frente a Villa Montes el 15 de junio de 1935.
Al término de la Guerra volvió a Asunción a participar del desfile de la Victoria el 22 de agosto de 1935 y ocupó sucesivamente sus cuarteles en las ciudades de Encarnación, en Asunción (Barrio Tacumbú, asiento actual de la Guardia de Seguridad de la Policía), Loma Pytá, Benjamín Aceval (Cerrito). Luego de una breve permanencia en San Juan Bautista de las Misiones (base del II Cuerpo de Ejército), actualmente está asentado en la ciudad de PILAR, capital del departamento del Ñeembucú, donde se trasladó el 13 de junio del año 2001.
En éste importante día, mis respetuosos saludos a quienes alguna vez integramos ésta gloriosa Unidad, e insto a sus actuales componentes a inspirarse en su rica historia y seguir firmes en la misión de custodiar la soberanía nacional.

El RC2 fue una de las unidades clave de la Revolución Libertadora que derrocó al general Alfredo Stroessner el 3 de febrero de 1989, asentada entonces en Cerrito. 

jueves, 29 de septiembre de 2011

Desde el Infierno. Batalla de Boqueron


Hoy se cumple una aniversario mas de victoria paraguaya en la batalla por la recuperación del fortín Boquerón librada entre el 9 y el 29 de setiembre de 1932. En desigual lucha ,los ejércitos contendientes no se dieron cuartel, hasta que la superioridad numérica y logística, por un lado, y el agotamiento de recursos y refuerzos, por el otro lado determinaron el resultado: El triunfo del Ejercito Guaraní de inmensurable valor moral es su esfuerzo por reafirmar su soberanía sobre el territorio disputado.

"Los oficiales Bolivianos que se batieron en Boquerón y que hoy son nuestros prisioneros provocan un sentimiento admirativo. Se comportaron con tal bravura y coraje, que merecen todo nuestro respeto"

Así se refirió el presidente Eusebio Ayala acerca del puñado de hombres que cayeron en poder de los paraguayos, luego de mas de veinte dias de sangrienta batalla para la recuperación del fortín Boquerón, capturado, a finales de julio de 1932, por tropas del Ejercito boliviano, en los momentos iniciales de un conflicto que durante los tres años siguientes ensangrento el chaco boreal.

Los Bolivianos Toma Boquerón
El drama empezó el 15 de junio de 1932, con la toma por parte de tropas bolivianas de la laguna Pitiantuta, a la que siguió la inmediata reacción paraguaya y retomo dicho punto, algunas semanas mas tarde. como represalia, el Gobierno boliviano ordeno la captura de los fortines paraguayos Corrales, Toledo y Boquerón .
El 31 de julio, los bolivianos tomaron Boquerón, aunque al precio de varias muertes, incluida la del comandante de las fuerzas de ocupación teniente coronel Emilio Aguirre, a quien sustituyo el Teniente Coronel Manuel Marzana.
La orden del Gobierno boliviano era terminante: no abandonar Boquerón, pero al situación de destacamento de Marzana no era nada cómoda. Prácticamente abandonada, sin posibilidades de refuerzos ni de apoyo, debía enfrentar la reacción Paraguaya
Reacción Paraguaya
Desde agosto el Ejercito paraguayo comenzó la concentración de sus fuerzas en Isla Po'i desde donde avanzo sobre Boquerón. Al amanecer del 9 de setiembre empezó el ataque.
" Espesa polvareda se levanta al frente- recuerda un protagonista- Se despeja.. Nadie podía señalar el tiempo transcurrido en este primer y fragoso choque... El R.C.2 `Coronel Toledo' ha sido desbaratado fulmineamente. Solo quedan caballos son jinetes caracoleando por el campo, sus relinchos parecen pedir angustiados
alto el fuego! El rechazo ha sido en seco.... Clamor de los heridos .... Mínima parte de los escuadrones huye a su punto de partida." La maniobra fue anulada y el avance paraguayo paralizado. Nunca mas a lo largo de la guerra se recurrió a la carga de caballería.
En las horas siguientes, los paraguayos dirigidos por el teniente coronel Carlos J. Fernandez atacaba en oleadas, avanzando por el limpio espartillar, recientemente quemado, pero la ferra defensa defensa del fortín por parte de los bolivianos raleo inmisericorde las filas del ejercito guaraní, matando hombre por hombre. A la noche, los sitiados recibieron una compañía de fusileros.
Al alba se reanudaron las cargas del Ejercito Atacante. La situación de los sitiados empeoraba a cada momento. Las dos únicas piezas de artillería volaron junto con sus a sus sirvientes. quedaron 2 pero con pocos proyectiles.
En los días siguientes, el cerco se fuer cerrando, para evitar el ingreso al fortín de otras fuerzas de apoyo. desde el Gobierno, los bolivianos solo recibían cursis mensajes como: "Ya vuestros corazones latirán bajo la condecoración que os otorga el Supremo Gobierno"
Desde el 22 de setiembre ya no se pudo llegar a la aguada. una ametralladora abatía a todo aquel que quisiera hacerlo. Además estaba envenenada por varios cadáveres de bolivianos y paraguayos que enloquecidos por la sed, llegaban por un poco de agua. Ademas de la balas paraguayas, la sed y el hambre se aliaron para anular a los defensores.
Para engañar al estomago se rasparon los huesos de los mulos faenados; los cueros desaparecieron. La diarrea y el escorbuto destrozaban a los soldados.
"La atmósfera se hace insoportable. La carroña humana sobre la haz de la tierra corrompe el aire. No hay modo de evitar las miríadas de moscas grandes como una nuez se multiplican en torno a los cadáveres insepultos y mosquitos aguijonean por doquier infectando los ojos.... ¿Esta sera la ultima estación de nuestro calvario? se pregunta el teniente Alberto Taborga.
La aviación boliviana trataba de aprovisionar a los sitiados, pero con resultados insignificantes, pues muchos de sus paquetes de víveres y municiones caían en filas paraguayas. En las noches, "soldados bolivianos se arrastraban hacia donde habían visto caer a sus enemigas en el combate del día y se aprovisionaban de su munición, caramañola de agua y sus víveres. Estos, muchas veces, estaban empapados en sangre, pero ello no era impedimento para que se los consumiera ávidamente". Un pozo de agua fue destruido por la aviación paraguaya, el otro estaba ubicado expuesto al fuego enemigo tal que solo era posible acercarse en horas de la noche, mientras que en el tajamar varios cadáveres se pudrían.
En esas condiciones continuo el sitio. El 28 de setiembre, los bolivianos llevaban horas sin víveres y las reservas de municiones estaban agotadas. Los sitiados apenas disponían de cinco cartuchos por hombre, o sea, diez minutos de fuego. Esa noche, Marzana convocó a sus oficiales, quienes le rodearon en el estrecho agujero que les servía de refugio. "Sus rostros mostraban la huella dejada por 19 días y 19 noches de constante tensión nerviosa y la escasez de alimento y agua". Luego de unos minutos de cabildeo, se decidió pedir a los paraguayos "una capitulación con honor o perder Boquerón en la punta de las bayonetas".
Los jefes bolivianos acordaron que al amanecer enviarían a dos parlamentarios para solicitar una entrevista con el comando paraguayo para negociar la entrega del fortín, a cambio de que se les permitiese retirarse con sus heridos hacia Yucra.
En tanto, las fuerzas paraguayas que asediaban al fortín Boquerón, heroicamente defendido por los combatientes bolivianos desde hacía casi tres semanas, se estaban preparando para un ataque general y definitivo. Boquerón tendría que caer a cualquier costo.
Desde Punta Brava, dos hombres salieron con bandera de parlamento, llevando el siguiente mensaje: "El comandante del fortín Boquerón al comandante de las fuerzas paraguayas en el mismo sector. Señor: el oficial portador de la presente nota, capitán Antonio Salinas, lleva la misión de entrevistarse con Ud. en representación mía. Dios guarde a Ud. Teniente coronel Marzana".
En filas paraguayas, según un testigo, "aun faltaba un cuarto de hora para la hora 'H', cuando se escuchó un breve tiroteo en el ala izquierda, seguido de un prolongado 'grito patriótico lo cual era indicio de algún acontecimiento favorable. Después, nuevamente un profundo silencio, interrumpido, de vez en cuando, por un extraño cuchicheo en nuestra fila, que no podíamos interpretar, hasta que el cabo Brígido Mongelós, del grupo de mando, exclamó de repente: '¡Bandera Blanca, bandera Blanca mi teniente!'.
"Automáticamente todas las miradas apuntaron hacia el sector señalado, en busca del signo de la rendición. La tarea fue fácil, pues para ese instante una cortina de ropas blancas de todos los tamaños se había extendido de punta a punta sobre la trinchera enemiga; camisas y pañuelos blancos atados en la punta de rusticas varillas ondulaban pausadamente detrás de los parapetos. Era la rendición incondicional que ofrecían los bravos defensores de Boquerón. Nuestra emoción fue tan grande que por algunos instantes nadie osó mover ni un dedo, como si un poder mágico paralizara nuestras energías y nuestras voluntades. Además ¿por qué no decirlo?- un poco de desconfianza o temor a lo que podría ser una trampa primaba en nuestro ánimo, hasta que un oficial, el más decidido, se animó a gritarles: '¡Salgan de sus trincheras, sin armas!"'.
En el fortín nadie dio cumplimiento a la orden. Algunos momentos después, el mismo oficial trepando el parapeto de su trinchera se dirigió hacia las filas enemigas, ordenando y urgiendo la salida con los brazos en alto de los combatientes bolivianos. "Uno tras otro, los escuálidos pero heroicos defensores del reducto fueron saliendo por la escalinata hacia un árbol designado como punto de reunión para los mismos.

EFECTOS DE LA BATALLA DE BOQUERÓN

Al enterarse de lo sucedido en Boquerón, el presidente Eusebio Ayala expresó: "Los oficiales y soldados bolivianos que se batieron en Boquerón y son nuestros prisioneros... se comportaron con tal bravura y coraje, que merecen todo nuestro respeto".
En el aspecto diplomático, mientras se desarrollaba la batalla de Boquerón, Bolivia aceptó las proposiciones de la Comisión de Neutrales de cesación de hostilidades y sugirió la neutralización de dos Kilómetros alrededor de Boquerón. Por su parte, el Gobierno paraguayo no acepto ninguna propuesta que no incluyera la devolución, por parte de Bolivia, de los tres fortines capturados: Boquerón, Toledo y Corrales, y la desmilitarización de todo el Chaco. Eran posiciones diametralmente opuestas y no hubo ningún acuerdo, pese a los esfuerzos de los neutrales. En Bolivia, la caída de Boquerón afectó, más que nada, al gobierno del doctor Salamanca, que recibía furibundos ataques de diversos sectores, en especial de la oposición, que exigía, entre otras cosas, su renuncia. Por otra parte, se había dado demasiada importancia ante la opinión publica a la defensa del fortín asediado, de cuya retención, afirmaban, dependía "casi la definición del conflicto".
La opinión pública empezó a pedir que se convocase al general Hans Kundt para encabezar el ejército, en la situación en que se hallaba el país: una guerra internacional.
"Ni el general Kundt ni nadie remediaran la falta de efectivos, la deficiencia de armamentos y en general las innumerables deficiencias orgánicas que caracterizan la actual situación", fue la respuesta de un alto jefe militar, el general Carlos Quintanilla, comandante del Ejército en campaña.
Una de las consecuencias de la derrota boliviana en Boquerón fue la sustitución, del general Filiberto Osorio por el general José L. Lanza, comandante hasta entonces de la III División de Infantería boliviana, en la jefatura interina del Estado Mayor General. Osorio pasó a comandar el II Cuerpo de Ejército boliviano. La comandancia de la III División paso a cargo del coronel Arturo Guillen y la de la IV División a cargo del general Oscar Mariaca Pando.
Pero Boquerón probó que el enemigo al que se temía podía ser vencido y "desde allí ya no se hablaría de defender al país a partir de las orillas del rio Paraguay. La unidad nacional saldrá consolidada". El Gobierno decretó el 29 de setiembre el "Día de La Victoria". Esta victoria le valió al conductor del Ejército paraguayo su ascenso al grado de coronel, así como de otros hocos oficiales. Por otra parte, se procedió a la formación de nuevas unidades, como el II Cuerpo de Ejército; la IV División de Infantería, incorporada al I Cuerpo de Ejército, y la I División de Caballería.

Reflexion Sobre Politica Nacional. Eligio Ayala

Para fabricar salchichas se requieren aptitudes especiales; para ser
legislador o ministro en el Paraguay el talento y los conocimientos son
superfluos. La preparación, el carácter, la honestidad a veces estorban.
Valen más ciertas contorciones y genuflexiones del cuerpo que veinte años de
estudios, que la decencia y la probidad.
Los que ocupan los puestos públicos creen saber todo, se creen aptos para
todo, pierden la conciencia de la propia ineptitud.
En el Paraguay para brillar con reputaciones falsas basta ser diputado,
senador o ministro. Luego, es lógico que la pasión dominante sea la de
adquirir esos puestos y conservarlos y que para eso en vez de estudiar, de
prepararse y dignificarse, se adule, se intrigue o se implore servilmente.
Por esta razón la mayor parte de los que ejercen los elevados cargos
políticos son los verdaderos arribistas petulantes. Todas las magistraturas
han sido profanadas por la inepcia más franca y por la nulidad más absoluta.
Así se ha llenado el Parlamento y los ministerios de aprendices, que se
instruyen en almanaques del año pasado y destrozan la actividad económica
nacional con sus caóticas y torpes ensayos legislativos.
Todo se hace al azar, por tanteo, por instinto como en un acceso de
sonambulismo, todo se reforma sin necesidad y nada se reforma de lo que es
preciso reformar.
En un mar flotante de pasiones y apetitos, sin principios directores, sin
sistemas, sin conocimientos, sin brújula, la intervención del Estado en la
esfera económica se ha convertido en un oportunismo de detalle, de
expediente, al día, que libra la economía nacional al capricho de los
intereses particulares pequeños del presente.
No se respeta el mérito, no se desprecia el vicio, nadie se indigna
sinceramente contra la injusticia, nadie es justo. Los culpables pierden la
conciencia de sus faltas, los hombres virtuosos, el pudor, y los partidos su
nobleza. Buenos y malos viven en cada partido en una camaradería hipócrita,
sin sinceridad, sin confianza recíproca, sin gratitud, sin generosidad. El
interés los divide y los une y reconcilia sucesivamente.
Los enemigos de ayer conspiran juntos, los amigos de hoy se venderán mañana.
En vez de partidos se forman círculos esporádicos y convulsivos de pequeños
ambiciosos.
Los partidos tradicionales en vez de ser útiles a la patria, utilizan la
patria; en vez de servir sanos intereses nacionales en el gobierno, hacen
que el gobierno les sirvan a ellos.

Eligio Ayala

Berna, Suiza, 1915

sábado, 17 de septiembre de 2011

Emiliano R. Fernandez al Panteon de los Heroes

 

Los restos del poeta popular, Emiliano R. Fernández, serán trasladados de su Guarambaré natal al Panteón de los Héroes, mediante la promulgación de la ley correspondiente por el Poder Ejecutivo.

 La ley lleva el número 4.420, y pasó previamente por ambas Cámaras del Congreso, donde se destacó el aporte del poeta y músico a favor de la cultura paraguaya.

Emiliano R fernandez es considerado uno de los más prolíficos exponentes de la poesía popular del Paraguay. Fue declarado “Gloria nacional” por la Asociación de Escritores Guaraníes en 1950

Biografía del Poeta 

Nació en Guarambaré, compañia Yvysunú, el 8 de agosto de 1.894. Fueron sus padres, el sargento de la Guerra Grande don Silvestre Fernández y doña Bernarda Rivarola. Siendo muy niño, se trasladó a Asunción, al barrio Bejarano-Recoleta con su madre que lo crió como a todo hijo natural de aquel entonces. En homenaje a doña Bernarda antepuso la inicial del apellido materno al del apellido paterno, perpetuando su nombre no como Emiliano Fernández Rivarola, sino como Emiliano R. Fernández.

Cursó la primaria en la Escuela de Ysaty y aprobó totalmente en el año 1.906. Con 12 años aprendió a ejecutar la guitarra, y su servicio militar lo cumplió en Concepción, en la Segunda Compañia, al mando del entonces Teniente Primero José Félix Estigarribia.

Se casó por civil con Belén Lugo, la morena ysateña, en plena guerra el 8 de agosto de 1.933 (día de su cumpleaños) y por religioso, el 24 de febrero del 34 en Caacupé. De éste matrimonio nació Emiliano Ramón, y extramatrimoniales son: Laureano, Ignacio, Rosario y Norberto Ramón.

Comenzó a escribir poesías en Concepción, en su época de soldado. Refería él mismo que un oficial alemán le enseñó la técnica de rimar las palabras. Para expresarse en el lenguaje corriente del pueblo, utilizó esa rara, bella y graciosa mezcla del guaraní con el español, y con ese jopará, llegó como nadie al alma de su pueblo. Supo así, vestir de autenticidad su poesía y encender la tea de la admiración, porque tan bien pintaba el paisaje cotidiano, como tan patrióticamente relataba las acciones guerreras en sus poesías épicas, o ponía todo el gracejo propio de la viveza criolla en sus versos de amor.

Fue reivindicador de la memoria del mariscal Francisco Solano López, mancillada por la sed de venganza de sus detractores. En la guerra del Chaco fue valiente protagonista, herido dos veces y ascendido en pleno campo de batalla, en Nanawa, por decreto No.46.692. Desmovilizado al término de la guerra con el grado de Teniente Segundo.

Sus obras sobrepasan el millar, y gran parte de ellas, están musicalizadas por talentosos músicos como Félix Pérez Cardozo, Mauricio Cardozo Ocampo, Andrés Cuenca Saldívar, Ramón Vargas Colmán, Martín Escalante y Carlos Quintana.

Cuando el alma del compatriota busca la chispa que motive el deleite espiritual, esa ansiedad se traduce en una frase muy común en nuestro pueblo: Ñahendu petei Emilianore!.

Herido por la espalda en un oscuro incidente en el Bar Mberú de Loma Clavel, el 3 de noviembre de 1.948. Falleció el 15 de setiembre de 1.949. Sus primeras poesías fueron: Primavera y Trigueñita, y las últimas: Mi Pluma (en castellano) y Arasy Memby Tee (23 de junio de 1.949), dedicada a la enfermera yaguarorina Facunda Velázquez.

ROJAS SILVA REKÁVO
La llama de la ira encendida (x)

Emiliano R. Fernández y el teniente Adolfo Rojas Silva eran amigos. El poeta y el joven militar, por el azar de la vida, se encontraron en el Chaco entre fines  de 1926 e inicios de 1927.

         ”El poeta trabajaba en el obraje del español Gregorio Leoz –padre de Nicolás Leoz, presidente de la Confederación Sudamericana de Fútbol-, al servicio de la empresa Carlos Casado. Estaba en el kilómetro 61 de la vía ferrea que llegaba hasta Punta Riel, en el 160. Rojas Silva acampaba, entonces, en el kilómetro 50, al frente de una cuadrilla que realizaba la prolongación del hilo telegráfico. Ese trabajo era uno de los preparativos bélicos, ya que el Gobierno de Eligio Ayala tenía la certeza de que tarde o temprano los cañones iban tronar en los cañadones chaqueños. Como la distancia entre ambos amigos era nada más que de dos leguas –eso, en el Chaco, es a dos cuadras- se venían a menudo”, cuenta Eugenio Hermosa Selliti, rastraeador infatigable de las huellas de Emiliano en el norte del país.
             Las tertulias eran frecuentes. Emiliano iba hasta la carrería del kilómetro 50 o Rojas Silva se apersonaba en el rancho del 61. Todo era muy austero, mas nunca faltaban la guitarra, el canto, la buena carne de res y la caña. Una vez, en la pausa de las cuerdas de los músicos, Rojas Silva contó que su misión era desalojar a los bolivianos del territorio paraguayo. Emiliano se entusiasmó porque ése era su ferviente deseo. Alentó a su amigo, e incluso le adelantó que si la patria lo llamara, su sangre estaba dispuesta al sacrificio.
         Pasó algún tiempo y el teniente –con sus escasos soldados, a caballo todos- se adentró en el Chaco. ”Pernoctó en el kilómetro 104, un obraje a cargo de Peláez, otro español. Después, al parecer, se encontró con su jefe, que estaba también en la zona, y habrían tenido una desavenencia. De ahí Adolfo Rojas Silva volvió al asiento de su unidad, Concepción. Paró en el hotel de Casado antes y sacó pasaje para la motonave ”Concepción”, cuenta  Eugenio Hermosa Selliti, oriundo de Caapucú, administrador de la empresa Carlos Casado.
          De Concepción, Rojas Silva volvió al Chaco. A fines de febrero de 1927 él y sus soldados, en el Fortín Sorpresa, cayeron muertos por balas bolivianas. Este episodio, que enciende los ánimos –ya, desde luego, caldeados- de los paraguayos, fue  la primera mecha que estuvo a punto de iniciar la guerra. El Gobierno de Eligio Ayala, sin embargo, sabía que responder a esa agresión –en ese momento- era entregar el Chaco. El Paraguay, por entonces, estaba preparándose para la hora inevitable que llegaría en 1932.
         El episodio del Fortín Sorpresa inspira dos poesías a Emiliano. Las escribe en el kilómetro 61 de la vía férrea de Carlos Casado. Una es el compuesto Teniente Rojas Silva, en el resalta la juventud de Adolfo –veinte años mombotývai gueteri-, el enfrentamiento, el coraje de su amigo y compañeros, y la muerte como ingrato epílogo.
         Rojas Silva pe tape omoñepyrü/ ha jahamanteva´erã ñadefende, dicen los versos finales que inician la idea central de Rojas Silva rekávo, que escribe inmediatamente después. Allí la indignación del poeta cobra vuelo impetuoso e invita e incita a repetir la Ley  de Talión: no ojo por ojo sino sangre por sangre. Mauricio Cardozo Ocampo es el autor de la música.
 

ROJAS SILVA REKÁVO

 Jaku´éke Paraguái oguahëmako la hora
jahamívo jaheka Rojas Silva retekue
ñavengéme katuete umi cobarde ojapóva
anichéne opuka guaikuru ñande rehe
 
Taheja che ru che sy, taheja opa ahejáva
ko la patria reyhupápe tamano jepe cheve
kóicha oï ramo en peligro seriamente amenazada
aipota voi che renói aservi haguã ichupe
Na´iporãi esta amenaza sapukái en le frontera
umi cobarde asesino guaikurúpe heropy
jaipyso katu en el Chaco tricolor ñane bandera
ha iguýpe jaje´ói umi intruso ñamyendy

Jajapi Sorpresa lado Rojas Silva upépe oiméne
ñane hermano infortunado ojejukáva reiete
ivengávo ko jaháta ñanguãhëne ñaguãhëne
ha jarúne ave ko´ápe más que sea ikanguekue
Paraguái rehe ojapo umi indigno ojapóva
ohechava´erã avei icastigo umi ava
ñaguahëne aipo La Paz-pe tosoro la osoróva
jahapýne umi salvaje: Rojas Silva ñavenga
 Aretéma umi pombéro ñande apérehe oikóva
ñanda´o cada ko´ë ñane pichãi manterei
ha ko´ãga ombojo´a con el crimen ojapóva
ñane hermano oasesina ñande yvýpe katui
Ha pa péicharõ ñande ñane tindytante jaikóvo
ñaimo´ã jareko´ÿva suficiente korasõ
ma´erãpa mbokaita jaipota rei aipórõ
ñaimo´ã katu mitã cháke kukúpente jaiko

Tekotevëma ñañemoï jaikuaáva el patriotismo
ñambopyahu jevy haguã ku picada yma guare
ikatu ñaimemimi heredado el heroísmo
anichéme ñamotï ku Guaraní ñande ypykue

Ipochýne umi  tuja López-kue opyta reírõ
amoité Sorpresa ñúme tuguy oñehë va´ekue
iporãnte jaje´ói ha pya´e voi ikatúrõ
jajuhúne gueteri Rojas Silva ruguykue
Ore renói katu para este sacrificio
ore jyva na´ikangýi si la patria oikotevë
oimeháicha paraguayo rohura a su servicio
como nieto de los López romanóvo hendive.
Letra: Emiliano R. Fernández
Música: Mauricio Cardozo Ocampo

 

  

viernes, 16 de septiembre de 2011

Liberales victimas de Tortoleros

Una queja común de la mayoría es que los políticos no conocen el día a día de la gente común, viven felices en sus torres de marfil mientras el pueblo debe ingeniársela para llevar el pan a la casa, Es es el criterio popular y en la mayoría de los casos es cierto pero por esas cosas del destino el pasado Jueves 18, los mas altos jefes del liberalismos sintieron algo el amargo sabor de la inseguridad reinante en el país a lo que estamos tan acostumbrados. Mientras debatían acerca de quedarse o no dentro del gobierno, un grupo de tortoleros hicieron de las suyas llevándose a alrededor de 9 notebook pertenecientes a uno que otro dirigente. Obviamente las quejas no se hicieron esperar, lanzando cientos de reproches a la fuerza policial que a pesar de saber de que habría una gran concentración política brillaron por su ausencia. Que hipocresía pensaran quejarse de la inseguridad siendo ellos los que deberían encontrar las soluciones. Aunque el tema de inseguridad es mucho mas complejo la verdad es que hay mucha razón en la frase la mayoría de los actores políticos pasan mas tiempo en reuniones partidarias que en buscando soluciones a los diversos problemas que aquejan a la población en general, esta aberrante forma de hacer política es la que ha dominado los últimos 50 años en el país aunque y es un vicio no solo de los liberales sino prácticamente de todos los partidos políticos esperemos que este suceso le hagan entender que el bien del pueblo esta por encima de cualquier ideología o agrupación política.

lunes, 29 de agosto de 2011

27 de Agosto: “Día Nacional de la Guarania”

Un 8 de Enero de 1994, en la ciudad de Buenos Aires, Argentina, el músico y cantante Oscar Mendoza, propuso solicitar al Gobierno y al Congreso Nacional del Paraguay, mediante un proyecto de ley, para que se declare ‘’Día Nacional de la Guarania’’, el 27 de Agosto, día del nacimiento de su creador, Don José Asunción Flores. Fue en el programa ‘’Noches del Paraguay’’, conducido por Nery González Candia y Trigidio González Candia; que sigue en el aire en la misma emisora de 20 hs a 22 hs, por FM UNIÓN, de la localidad de Ballester, de la Provincia de San Martín, ahora conducido por Alicia Arzamendia, Reymundo Filippini como asistente de producción y la dirección de Milciades Alderete.
Actualmente se encuentra en estudio en el congreso nacional un proyecto que busca convertir en Ley el Decreto número 5360 que instaura el «Día Nacional de la Guarania».

La guarania
La Guarania es un género músical popular, con composiciones generalmente en escala menor.Fue creado en Paraguay por el músico José Asunción Flores en 1925. El nombre fue propuesto por el mismo Flores luego de leer el poema Canto a la raza (1910) de Guillermo Molinas Rolón, en el cual se utiliza el nuevo término, con el que hace alusión a la región donde vivían los guaraníes (antepasados de la mayoría de los paraguayos).

nspirado por el estilo musical denominado polka paraguaya, el creador utilizó ritmos y melodías más lentos y melancólicos para las composiciones en compás de 6/8.

La primera canción interpretada como guarania fue una versión de la polka paraguaya Ma'erápa Reikuaase, la cual Flores hizo tocar en una velocidad más lenta. Las tres primeras guaranias compuestas datan de 1928 y fueron: Jejui (hoy desparecida), Kerasy' y Arribeño resay.1 Esto, convierte a Paraguay en uno de los pocos países en los cuales se conoce al creador de uno de sus principales estilos musicales.3

Desde su creación, la Guarania se convirtió en el fenómeno musical más importante de Paraguay del s. XX gracias a temas como India, Mis noches sin ti, Recuerdos de Ypakarai, Ñemity, Soy de la Chacarita, Panambi Vera, Paraguaýpe; que generaron inmediata aceptación por parte del público. Además, sus letras tocan temas como: el amor, la añoranza a la patria o al pueblo, el carácter heroico del pueblo paraguayo, los problemas sociales y la pobreza.

La Guarania seduce más a las poblaciones urbanas, que a las del interior. Esto es debido probablemente a que la gente de tierra adentro gusta preferentemente de estilos más rápidos como la polka paraguaya, en especial en su versión de Purahéi Jahe'o (guaraní: Canto Lamentación).

El musico

Jose Asuncion Flores Nació en Asunción el 27 de agosto de 1904, hijo de Ma. Magdalenta Flores, una lavandera de un barrio marginal llamado Chacarita. Es probable que su afición por la música haya heredado de su padre, el guitarrista Juan Volta.

El propio maestro Flores refiere que su historia musical empezó "por robar un pedazo de pan" de un negocio de las cercanías de la parroquia de San Roque, donde, con otros niños, gustaba de corretear y jugar. Aquel mendrugo determinó que el niño fuera a parar a una comisaría y de allí, como "castigo", en el caracter de aprendiz en la Banda de Música de la Policía.

Su primera composición, una alegre polca dedicada a su padrino, "Manuel Gondra", data de 1922.

En 1925, experimentando sobre una vieja canción popular, Maerãpa reikuaase, logró llegar al género de la Guarania, ritmo que convierte al Paraguay en uno de los pocos países del planeta que tiene una música propia cuyo autor se conoce. El mismo Flores dirá, andando el tiempo, que "la Guarania es de mi pueblo, fue escrita para y por mi pueblo". En 1928 conoció al poeta guaireño Manuel Ortiz Guerrero quien sería el autor de los versos de sus más famosas obras e influiría de manera decisiva en la vida personal del músico. Un año después recibió de manos del presidente de la Rca. Argentina el premio al mejor instrumentista del certamen internacional de Bandas realizado en Buenos Aires.

En 1932 se alistó en defensa de su patria y combatió en el frente de batalla en la Guerra del Chaco contra Bolivia. Vivió en Buenos Aires, hacia la mitad de los años '30, ocasión en la que formó una agrupación propia, la "Orquesta Ortiz Guerrero" con la cual, en 1934, grabaría un disco absolutamente antológico. En 1936, cuando el triunfo de la Revolución del 17 de febrero, regresó al país y fue designado director de la orquesta Folklórica Guaraní. Se desempeñó asimismo como profesor de la Escuela de Enseñanza Primaria Musical. Por avatares políticos tan propios del turbulento Paraguay de aquel tiempo, volvió al exilio en la Argentina. En su país, mientras tanto, sus guaranias alcanzaban gran popularidad y difusión y, en este marco, "India", con letra inicial de Rigoberto Fontao Meza y luego con la definitiva de Ortíz Guerrero, se convertiría en "Canción Nacional" por decreto del año 1944.

En 1949 rechazó la condecoración "Orden Nacional del Mérito" en protesta contra el asesinato del joven estudiante Mariano Roque Alonso. Este hecho le valió, bajo el mote de "traidor a la patria" la imposibilidad absoluta de regresar al país durante el gobierno de Alfredo Stroessner (1954-1989). El ingreso se le negó incluso cuando ya muy enfermo y en los últimos años de su vida pidió retornar y establecerse en un pequeño rancho. Fue designado miembro del Consejo Mundial de la Paz. En 1954 comenzó una etapa de "jerarquización de la guarania" a partir del trabajo sinfónico sobre sus principales obras ya escritas y creando sus célebres poemas sinfónicos, Víctima del mal de Chagas, falleció José Asunción Flores en Buenos Aires, el 16 de mayo de 1972, tres meses antes de cumplir 68 años.

Durante la dictadura del 54-89 sus obras fueron censuradas por los medios oficiales, aunque con escasos resultados reales. Estaban tan arraigadas en el gusto popular, que resultó imposible evitar su difusión.

Entre sus obras: Arribeño Resay, Nerendápe aju, Jejuy, Gallito Cantor, India, Ñane Aramboha, Ñasaindýpe, Kerasy, Nde ratypykua, Ñemitÿ









martes, 16 de agosto de 2011

Batalla de Acosta Ñu


La Batalla de Campo Grande o Acosta Ñu  fue un enfrentamiento que ocurrió durante la Guerra de la Triple Alianza, donde, el 16 de agosto de 1869, 20.000 hombres de la triple alianza lucharon contra fuerzas paraguayas constituidas de 500 veteranos y 3.500 niños.




En el año 1869, el ejército paraguayo estaba en retirada y Asunción ocupada por los aliados.


La resistencia paraguaya, cuando todo ya estaba perdido, transformó el año final de la guerra en una caza a Francisco Solano López y a los que le seguían. Domingo Sarmiento nos da un buen ejemplo de eso: "La guerra está concluida, no obstante, aquel bruto (se refiere a Solano López), aún tiene veinte piezas de artillería y dos mil perros que habrán de morir debajo de las patas de nuestros caballos". La ferocidad de Sarmiento es profética: ocurrió exactamente lo que él previó, por poco las "patas de nuestros caballos" no fueron argentinas, pero sí brasileñas.

El Duque de Caxías negándose a bailar sobre el enemigo -que él conocía en la lucha y no de lejos como Sarmiento dio por terminada la guerra en Asunción. Al entrar el ejército imperial en Asunción, el 5 de Enero de 1868, para Caxías la guerra estaba terminada; tácitamente se negó a desempeñar el sádico papel del Conde D'Eu. El comandante del ejército imperial sabía lo que era preciso para la "victoria final" sobre el ejército paraguayo. Y deja bien claro en un despacho privado al Emperador Pedro II, el 18 de noviembre de 1867:

"Todos los encuentros, todos los asaltos, todos los combates realizados desde Coímbra a Tuyuti, muestran y prueban de una manera incontestable que los soldados paraguayos se caracterizan por una bravura, por un arrojo, por una intrepidez, y por

una valentía que raya a la ferocidad sin ejemplo en la historia del mundo".

Las palabras de Caxías no eran vanas. Sabía lo que estaba informando al Emperador, anticipando enormes dificultades y procurando evitar que el ejército imperial desempeñase el papel que, finalmente, el propio Pedro II le obligó a ejecutar bajo el comando del feroz conde D'Eu.

El soldado paraguayo, escribió Caxías, prefiere morir a rendirse; acentuó además que la moral de ese ejército ya derrotado aumenta en la derrota y cuando sus soldados están bajo la mirada de López, se sienten magnetizados, pudiendo hacer lo imposible.  "( ...) lejos de economizar su vida, parecen que buscan con frenético interés la ocasión de sacrificarla heroicamente y de venderla por otra vida o por muchas vidas de sus enemigos", agrega Caxías. Y es en ese despacho ya citado anteriormente, que Caxías denuncia el empleo del oro para la corrupción y el soborno, como política imperial:

"Vuestra Majestad tenga por bien encomendarme muy especialmente el destino del oro para concurrir al lugar y allanar la campaña del Paraguay, que viene Haciéndose demasiadamente larga y cargada de sacrificios y aparentemente imposible por la acción de las armas; pero el oro; Majestad, es materia inútil contra el fanatismo patrio de los paraguayos desde que están bajo la mirada fascinante y el espíritu magnetizador de López". La descripción del Duque de Caxías sobre el soldado paraguayo, de cierta forma recuerda lo que Alberdi ya había señalado. Sobre los soldados paraguayos, Caxías, afirmó al Emperador que siendo "simples ciudadanos, mujeres y niños" son una sola y misma cosa, "un solo ser moral e indisoluble". La guerra, por tanto, para la "victoria final" tendría que ser cruel -como fue- y no agradaba al Duque de Caxías, que informó al Emperador Pedro II:

"Cuánto tiempo, cuántos hombres, cuántas vidas y cuántos elementos y recursos necesitaremos para terminar la guerra, es decir, para convertir en humo y polvo a toda la población paraguaya, para matar hasta el feto en el vientre de la mujer?”


Con la mayoría de los hombres adultos paraguayos muertos o capturados, debieron pelear niños, mujeres y ancianos en el ejército para continuar la lucha contra la Alianza. Algunos niños lucharon con falsas barbas a fin de esconder la poca edad. Ya anteriormente en los Combates de Lomas Valentina y Piribebuy.

A las cinco de la tarde del 13 de Agosto se puso en marcha, con rumbo a Caraguatay, donde llegó a las ocho de la noche del día siguiente. De paso, mandó fortificar la entrada de la picada que conduce a dicho pueblo, dejando allí 1.200 hombres, con algunos cañones, a las órdenes del coronel Pedro Hermosa.

El movimiento de la columna paraguaya de retaguardia era, y tenía que ser, muy lento porque seguía el compás de la larga fila de carretas en que iban los bagajes de su ejército. La extrema flacura de los animales de tiro hacía que aquéllas apenas anduvieran. Y así pronto Caballero se vio separado de los suyos, solo, en medio del enemigo, librado a su propia suerte. Era como el escudo del ejército en retirada, contra el cual se estrellaría todo el poder de la alianza. 

EL INICIO

Después de la caída de Piribebuy, el Mariscal López ordenó la evacuación del campamento de Azcurra y la retirada hacia el norte. El 13 de agosto a las cinco de la tarde se inicio el éxodo de los restos del ejército en la última campaña de la guerra que no había de terminar sino en Cerro Corá

El Conde d'Eu y las principales tropas aliadas avanzaron y tomaron Caacupé el 15 de agosto, en donde, supuestamente, López se estaba escondiendo (él, en verdad, había huido para Caraguatay días antes). Para impedir que el ejército paraguayo se moviera a Caraguatay, el Conde d'Eu envió una división brasileña de caballería para el paso a Campo Grande. La división fue reforzada, más tarde, por la 2ª unidad táctica del ejército brasileño, junto con tropas argentinas comandadas por el coronel Luis María Campos.

Ante la noticia de que una fuerte columna paraguaya se retiraba lentamente por una picada que conduce a la llanura de Barrero Grande, el Conde D’Eu ordenó al Mariscal Victoriano Carneiro Monteiro que marchara rápidamente hacia el pueblo de Barrero Grande, para cortarles la retirada, mientras él caía sobre la retaguardia de los paraguayos.

El mariscal Monteiro se alejó a las dos de la tarde del 15 de Agosto, llegando a su destino a las diez de la noche. Desde allí desprendió una división de caballería, a las órdenes del general Cámara, con rumbo a Caraguatay, que fue detenida por el coronel Hermosa. 


A las seis de la mañana del día siguiente se movió el primer cuerpo del ejército brasileño, comandado por el general José Luis Mena Barreto, que acababa de reemplazar al general Osorio.

Dos horas después, el general Vasco Alves Pereyra, que mandaba la vanguardia del ejército imperial, cambiaba los primeros tiros con la retaguardia de Caballero. A lo lejos se escuchaba la artillería paraguaya, que rechazaba en ese momento las cargas del general Cámara en la boca de la picada de Caraguatay.



El Conde D’Eu precipitó la marcha de sus tropas y salió con todas ellas en Acosta-Ñu, sitio donde iba a librarse la batalla. Los paraguayos disponían de unos 3.500 hombres y algunos pocos cañones, y sólo contaba con un batallón de veteranos, el 6º de infantería. El resto eran niños y ancianos. Los niños fueron disfrazados con barbas postizas para que el enemigo los tome por adultos y les presente combate. Su caballería era escasa y en mal estado

El general Caballero extendió su línea de batalla destacando en su vanguardia al coronel Moreno, con dos cañones, y al comandante Franco a la cabeza de su batallón. Dando frente a su enemigo, continuó el retroceso: su única posibilidad era llegar a los bosques de Caraguatay.

Moreno y Franco hubieron de soportar en seguida la presión de nueve batallones y el fuego de numerosas piezas de artillería. Hostilizados en los dos flancos por regimientos de caballería, lucharon con extraordinario heroísmo.

El mismo Conde D’Eu reconoce en su Diario de Campaña “la gran desventaja” con que peleaban los paraguayos, por la manifiesta inferioridad de sus armas. “Nuestros fusiles a lo Minié –dice- llevaban la muerte hasta a sus reservas, al paso que a nuestros soldados más avanzados poco perjuicio sufrían”.

El general Caballero impidió con habilidad que sus fuerzas fueran rodeadas y consiguió llegar a la orilla opuesta del arroyo, donde emplazó la artillería. El Conde D’Eu colocó sus cañones frente al paso y abrió un nutrido fuego contra la posición paraguaya, y ordenó una carga a fondo sobre el puente, que fue repelida.

La batalla llegaba a su momento culminante. Era ya mediodía, y desde el amanecer la lucha no tenía tregua ni descanso. Se produjo una nueva carga y nuevamente fue repelida por Caballero. El cauce del arroyo quedó colmado de cadáveres. Optó entonces el ejército imperial buscar un vado, para evitar fracasar en otro ataque frontal.

Caballero volvió a hacerse fuerte sobre el puente de Piribebuy, conteniendo con todo éxito el avance de sus persecutores. La tarde inclinaba. De pronto los paraguayos se vieron acometidos por la retaguardia, era el segundo cuerpo del ejército brasileño que llegaba. Se trataba de una fuerte columna de infantería, con ocho bocas de fuego, a las órdenes del general Resín, que obligó a dividir las escasas fuerzas de Caballero y a atender dos acometidas simultáneas.

Los veteranos de Franco (muerto en el combate) habían desaparecido, y con ellos el nervio principal de la resistencia paraguaya. No le quedaban sino niños y jinetes mal montados.

Dice Juan José Chiavenatto: “Los niños de seis a ocho años, en el fragor de la batalla, despavoridos, se agarraban a las piernas de los soldados brasileros, llorando que no los matasen. Y eran degollados en el acto. Escondidas en al selva próxima, las madres observaban el desarrollo de la lucha. No pocas agarraron lanzas y llegaban a comandar un grupo de niños en la resistencia”……. “El Conde D´Eu, un sádico en el comando de la guerra,“después de la insólita batalla de Acosta Nú, cuando estaba terminada, al caer la tarde, las madres de los niños paraguayos salían de la selva para rescatar los cadáveres de sus hijos y socorrer los pocos sobrevivientes, el Conde D´Eu mandó incendiar la maleza, matando quemados a los niños y sus madres.” Su orden era matar "hasta el feto del vientre de la mujer".

“Mandó a hacer cerco del hospital de Peribebuy, manteniendo en su interior los enfermos – en su mayoría jóvenes y niños – y lo incendió. El hospital en llamas quedó cercado por las tropas brasilera que, cumpliendo las órdenes de ese loco príncipe, empujaban a punta de bayoneta adentro de las llamas los enfermos que milagrosamente intentaban salir del la fogata. No se conoce en la historia de América del Sur por lo menos, ningún crimen de guerra más hediondo que ese.” (de la misma fuente- Chiavenatto. "A guerra do Paragaui)

Caballero formando un cuadro con sus tropas se defendió como pudo hasta que, dispersados los restos de sus fuerzas, confundido en el tumulto inmenso de la lucha, pudo cruzar, sin ser reconocido, entre regimientos y batallones, llevando en tras de sí a los pocos que habían escapado de la matanza.