Hoy se cumple una aniversario mas de victoria paraguaya en la batalla por la recuperación del fortín Boquerón librada entre el 9 y el 29 de setiembre de 1932. En desigual lucha ,los ejércitos contendientes no se dieron cuartel, hasta que la superioridad numérica y logística, por un lado, y el agotamiento de recursos y refuerzos, por el otro lado determinaron el resultado: El triunfo del Ejercito Guaraní de inmensurable valor moral es su esfuerzo por reafirmar su soberanía sobre el territorio disputado.
"Los oficiales Bolivianos que se batieron en Boquerón y que hoy son nuestros prisioneros provocan un sentimiento admirativo. Se comportaron con tal bravura y coraje, que merecen todo nuestro respeto"
Así se refirió el presidente Eusebio Ayala acerca del puñado de hombres que cayeron en poder de los paraguayos, luego de mas de veinte dias de sangrienta batalla para la recuperación del fortín Boquerón, capturado, a finales de julio de 1932, por tropas del Ejercito boliviano, en los momentos iniciales de un conflicto que durante los tres años siguientes ensangrento el chaco boreal.
Los Bolivianos Toma Boquerón
El drama empezó el 15 de junio de 1932, con la toma por parte de tropas bolivianas de la laguna Pitiantuta, a la que siguió la inmediata reacción paraguaya y retomo dicho punto, algunas semanas mas tarde. como represalia, el Gobierno boliviano ordeno la captura de los fortines paraguayos Corrales, Toledo y Boquerón .
El 31 de julio, los bolivianos tomaron Boquerón, aunque al precio de varias muertes, incluida la del comandante de las fuerzas de ocupación teniente coronel Emilio Aguirre, a quien sustituyo el Teniente Coronel Manuel Marzana.
La orden del Gobierno boliviano era terminante: no abandonar Boquerón, pero al situación de destacamento de Marzana no era nada cómoda. Prácticamente abandonada, sin posibilidades de refuerzos ni de apoyo, debía enfrentar la reacción Paraguaya
Reacción Paraguaya
Desde agosto el Ejercito paraguayo comenzó la concentración de sus fuerzas en Isla Po'i desde donde avanzo sobre Boquerón. Al amanecer del 9 de setiembre empezó el ataque.
" Espesa polvareda se levanta al frente- recuerda un protagonista- Se despeja.. Nadie podía señalar el tiempo transcurrido en este primer y fragoso choque... El R.C.2 `Coronel Toledo' ha sido desbaratado fulmineamente. Solo quedan caballos son jinetes caracoleando por el campo, sus relinchos parecen pedir angustiados
alto el fuego! El rechazo ha sido en seco.... Clamor de los heridos .... Mínima parte de los escuadrones huye a su punto de partida." La maniobra fue anulada y el avance paraguayo paralizado. Nunca mas a lo largo de la guerra se recurrió a la carga de caballería.
En las horas siguientes, los paraguayos dirigidos por el teniente coronel Carlos J. Fernandez atacaba en oleadas, avanzando por el limpio espartillar, recientemente quemado, pero la ferra defensa defensa del fortín por parte de los bolivianos raleo inmisericorde las filas del ejercito guaraní, matando hombre por hombre. A la noche, los sitiados recibieron una compañía de fusileros.
Al alba se reanudaron las cargas del Ejercito Atacante. La situación de los sitiados empeoraba a cada momento. Las dos únicas piezas de artillería volaron junto con sus a sus sirvientes. quedaron 2 pero con pocos proyectiles.
En los días siguientes, el cerco se fuer cerrando, para evitar el ingreso al fortín de otras fuerzas de apoyo. desde el Gobierno, los bolivianos solo recibían cursis mensajes como: "Ya vuestros corazones latirán bajo la condecoración que os otorga el Supremo Gobierno"
Desde el 22 de setiembre ya no se pudo llegar a la aguada. una ametralladora abatía a todo aquel que quisiera hacerlo. Además estaba envenenada por varios cadáveres de bolivianos y paraguayos que enloquecidos por la sed, llegaban por un poco de agua. Ademas de la balas paraguayas, la sed y el hambre se aliaron para anular a los defensores.
Para engañar al estomago se rasparon los huesos de los mulos faenados; los cueros desaparecieron. La diarrea y el escorbuto destrozaban a los soldados.
"La atmósfera se hace insoportable. La carroña humana sobre la haz de la tierra corrompe el aire. No hay modo de evitar las miríadas de moscas grandes como una nuez se multiplican en torno a los cadáveres insepultos y mosquitos aguijonean por doquier infectando los ojos.... ¿Esta sera la ultima estación de nuestro calvario? se pregunta el teniente Alberto Taborga.
La aviación boliviana trataba de aprovisionar a los sitiados, pero con resultados insignificantes, pues muchos de sus paquetes de víveres y municiones caían en filas paraguayas. En las noches, "soldados bolivianos se arrastraban hacia donde habían visto caer a sus enemigas en el combate del día y se aprovisionaban de su munición, caramañola de agua y sus víveres. Estos, muchas veces, estaban empapados en sangre, pero ello no era impedimento para que se los consumiera ávidamente". Un pozo de agua fue destruido por la aviación paraguaya, el otro estaba ubicado expuesto al fuego enemigo tal que solo era posible acercarse en horas de la noche, mientras que en el tajamar varios cadáveres se pudrían.
En esas condiciones continuo el sitio. El 28 de setiembre, los bolivianos llevaban horas sin víveres y las reservas de municiones estaban agotadas. Los sitiados apenas disponían de cinco cartuchos por hombre, o sea, diez minutos de fuego. Esa noche, Marzana convocó a sus oficiales, quienes le rodearon en el estrecho agujero que les servía de refugio. "Sus rostros mostraban la huella dejada por 19 días y 19 noches de constante tensión nerviosa y la escasez de alimento y agua". Luego de unos minutos de cabildeo, se decidió pedir a los paraguayos "una capitulación con honor o perder Boquerón en la punta de las bayonetas".
Los jefes bolivianos acordaron que al amanecer enviarían a dos parlamentarios para solicitar una entrevista con el comando paraguayo para negociar la entrega del fortín, a cambio de que se les permitiese retirarse con sus heridos hacia Yucra.
En tanto, las fuerzas paraguayas que asediaban al fortín Boquerón, heroicamente defendido por los combatientes bolivianos desde hacía casi tres semanas, se estaban preparando para un ataque general y definitivo. Boquerón tendría que caer a cualquier costo.
Desde Punta Brava, dos hombres salieron con bandera de parlamento, llevando el siguiente mensaje: "El comandante del fortín Boquerón al comandante de las fuerzas paraguayas en el mismo sector. Señor: el oficial portador de la presente nota, capitán Antonio Salinas, lleva la misión de entrevistarse con Ud. en representación mía. Dios guarde a Ud. Teniente coronel Marzana".
En filas paraguayas, según un testigo, "aun faltaba un cuarto de hora para la hora 'H', cuando se escuchó un breve tiroteo en el ala izquierda, seguido de un prolongado 'grito patriótico lo cual era indicio de algún acontecimiento favorable. Después, nuevamente un profundo silencio, interrumpido, de vez en cuando, por un extraño cuchicheo en nuestra fila, que no podíamos interpretar, hasta que el cabo Brígido Mongelós, del grupo de mando, exclamó de repente: '¡Bandera Blanca, bandera Blanca mi teniente!'.
"Automáticamente todas las miradas apuntaron hacia el sector señalado, en busca del signo de la rendición. La tarea fue fácil, pues para ese instante una cortina de ropas blancas de todos los tamaños se había extendido de punta a punta sobre la trinchera enemiga; camisas y pañuelos blancos atados en la punta de rusticas varillas ondulaban pausadamente detrás de los parapetos. Era la rendición incondicional que ofrecían los bravos defensores de Boquerón. Nuestra emoción fue tan grande que por algunos instantes nadie osó mover ni un dedo, como si un poder mágico paralizara nuestras energías y nuestras voluntades. Además ¿por qué no decirlo?- un poco de desconfianza o temor a lo que podría ser una trampa primaba en nuestro ánimo, hasta que un oficial, el más decidido, se animó a gritarles: '¡Salgan de sus trincheras, sin armas!"'.
En el fortín nadie dio cumplimiento a la orden. Algunos momentos después, el mismo oficial trepando el parapeto de su trinchera se dirigió hacia las filas enemigas, ordenando y urgiendo la salida con los brazos en alto de los combatientes bolivianos. "Uno tras otro, los escuálidos pero heroicos defensores del reducto fueron saliendo por la escalinata hacia un árbol designado como punto de reunión para los mismos.
EFECTOS DE LA BATALLA DE BOQUERÓN
Al enterarse de lo sucedido en Boquerón, el presidente Eusebio Ayala expresó: "Los oficiales y soldados bolivianos que se batieron en Boquerón y son nuestros prisioneros... se comportaron con tal bravura y coraje, que merecen todo nuestro respeto".
En el aspecto diplomático, mientras se desarrollaba la batalla de Boquerón, Bolivia aceptó las proposiciones de la Comisión de Neutrales de cesación de hostilidades y sugirió la neutralización de dos Kilómetros alrededor de Boquerón. Por su parte, el Gobierno paraguayo no acepto ninguna propuesta que no incluyera la devolución, por parte de Bolivia, de los tres fortines capturados: Boquerón, Toledo y Corrales, y la desmilitarización de todo el Chaco. Eran posiciones diametralmente opuestas y no hubo ningún acuerdo, pese a los esfuerzos de los neutrales. En Bolivia, la caída de Boquerón afectó, más que nada, al gobierno del doctor Salamanca, que recibía furibundos ataques de diversos sectores, en especial de la oposición, que exigía, entre otras cosas, su renuncia. Por otra parte, se había dado demasiada importancia ante la opinión publica a la defensa del fortín asediado, de cuya retención, afirmaban, dependía "casi la definición del conflicto".
La opinión pública empezó a pedir que se convocase al general Hans Kundt para encabezar el ejército, en la situación en que se hallaba el país: una guerra internacional.
"Ni el general Kundt ni nadie remediaran la falta de efectivos, la deficiencia de armamentos y en general las innumerables deficiencias orgánicas que caracterizan la actual situación", fue la respuesta de un alto jefe militar, el general Carlos Quintanilla, comandante del Ejército en campaña.
Una de las consecuencias de la derrota boliviana en Boquerón fue la sustitución, del general Filiberto Osorio por el general José L. Lanza, comandante hasta entonces de la III División de Infantería boliviana, en la jefatura interina del Estado Mayor General. Osorio pasó a comandar el II Cuerpo de Ejército boliviano. La comandancia de la III División paso a cargo del coronel Arturo Guillen y la de la IV División a cargo del general Oscar Mariaca Pando.
Pero Boquerón probó que el enemigo al que se temía podía ser vencido y "desde allí ya no se hablaría de defender al país a partir de las orillas del rio Paraguay. La unidad nacional saldrá consolidada". El Gobierno decretó el 29 de setiembre el "Día de La Victoria". Esta victoria le valió al conductor del Ejército paraguayo su ascenso al grado de coronel, así como de otros hocos oficiales. Por otra parte, se procedió a la formación de nuevas unidades, como el II Cuerpo de Ejército; la IV División de Infantería, incorporada al I Cuerpo de Ejército, y la I División de Caballería.