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lunes, 29 de agosto de 2011

27 de Agosto: “Día Nacional de la Guarania”

Un 8 de Enero de 1994, en la ciudad de Buenos Aires, Argentina, el músico y cantante Oscar Mendoza, propuso solicitar al Gobierno y al Congreso Nacional del Paraguay, mediante un proyecto de ley, para que se declare ‘’Día Nacional de la Guarania’’, el 27 de Agosto, día del nacimiento de su creador, Don José Asunción Flores. Fue en el programa ‘’Noches del Paraguay’’, conducido por Nery González Candia y Trigidio González Candia; que sigue en el aire en la misma emisora de 20 hs a 22 hs, por FM UNIÓN, de la localidad de Ballester, de la Provincia de San Martín, ahora conducido por Alicia Arzamendia, Reymundo Filippini como asistente de producción y la dirección de Milciades Alderete.
Actualmente se encuentra en estudio en el congreso nacional un proyecto que busca convertir en Ley el Decreto número 5360 que instaura el «Día Nacional de la Guarania».

La guarania
La Guarania es un género músical popular, con composiciones generalmente en escala menor.Fue creado en Paraguay por el músico José Asunción Flores en 1925. El nombre fue propuesto por el mismo Flores luego de leer el poema Canto a la raza (1910) de Guillermo Molinas Rolón, en el cual se utiliza el nuevo término, con el que hace alusión a la región donde vivían los guaraníes (antepasados de la mayoría de los paraguayos).

nspirado por el estilo musical denominado polka paraguaya, el creador utilizó ritmos y melodías más lentos y melancólicos para las composiciones en compás de 6/8.

La primera canción interpretada como guarania fue una versión de la polka paraguaya Ma'erápa Reikuaase, la cual Flores hizo tocar en una velocidad más lenta. Las tres primeras guaranias compuestas datan de 1928 y fueron: Jejui (hoy desparecida), Kerasy' y Arribeño resay.1 Esto, convierte a Paraguay en uno de los pocos países en los cuales se conoce al creador de uno de sus principales estilos musicales.3

Desde su creación, la Guarania se convirtió en el fenómeno musical más importante de Paraguay del s. XX gracias a temas como India, Mis noches sin ti, Recuerdos de Ypakarai, Ñemity, Soy de la Chacarita, Panambi Vera, Paraguaýpe; que generaron inmediata aceptación por parte del público. Además, sus letras tocan temas como: el amor, la añoranza a la patria o al pueblo, el carácter heroico del pueblo paraguayo, los problemas sociales y la pobreza.

La Guarania seduce más a las poblaciones urbanas, que a las del interior. Esto es debido probablemente a que la gente de tierra adentro gusta preferentemente de estilos más rápidos como la polka paraguaya, en especial en su versión de Purahéi Jahe'o (guaraní: Canto Lamentación).

El musico

Jose Asuncion Flores Nació en Asunción el 27 de agosto de 1904, hijo de Ma. Magdalenta Flores, una lavandera de un barrio marginal llamado Chacarita. Es probable que su afición por la música haya heredado de su padre, el guitarrista Juan Volta.

El propio maestro Flores refiere que su historia musical empezó "por robar un pedazo de pan" de un negocio de las cercanías de la parroquia de San Roque, donde, con otros niños, gustaba de corretear y jugar. Aquel mendrugo determinó que el niño fuera a parar a una comisaría y de allí, como "castigo", en el caracter de aprendiz en la Banda de Música de la Policía.

Su primera composición, una alegre polca dedicada a su padrino, "Manuel Gondra", data de 1922.

En 1925, experimentando sobre una vieja canción popular, Maerãpa reikuaase, logró llegar al género de la Guarania, ritmo que convierte al Paraguay en uno de los pocos países del planeta que tiene una música propia cuyo autor se conoce. El mismo Flores dirá, andando el tiempo, que "la Guarania es de mi pueblo, fue escrita para y por mi pueblo". En 1928 conoció al poeta guaireño Manuel Ortiz Guerrero quien sería el autor de los versos de sus más famosas obras e influiría de manera decisiva en la vida personal del músico. Un año después recibió de manos del presidente de la Rca. Argentina el premio al mejor instrumentista del certamen internacional de Bandas realizado en Buenos Aires.

En 1932 se alistó en defensa de su patria y combatió en el frente de batalla en la Guerra del Chaco contra Bolivia. Vivió en Buenos Aires, hacia la mitad de los años '30, ocasión en la que formó una agrupación propia, la "Orquesta Ortiz Guerrero" con la cual, en 1934, grabaría un disco absolutamente antológico. En 1936, cuando el triunfo de la Revolución del 17 de febrero, regresó al país y fue designado director de la orquesta Folklórica Guaraní. Se desempeñó asimismo como profesor de la Escuela de Enseñanza Primaria Musical. Por avatares políticos tan propios del turbulento Paraguay de aquel tiempo, volvió al exilio en la Argentina. En su país, mientras tanto, sus guaranias alcanzaban gran popularidad y difusión y, en este marco, "India", con letra inicial de Rigoberto Fontao Meza y luego con la definitiva de Ortíz Guerrero, se convertiría en "Canción Nacional" por decreto del año 1944.

En 1949 rechazó la condecoración "Orden Nacional del Mérito" en protesta contra el asesinato del joven estudiante Mariano Roque Alonso. Este hecho le valió, bajo el mote de "traidor a la patria" la imposibilidad absoluta de regresar al país durante el gobierno de Alfredo Stroessner (1954-1989). El ingreso se le negó incluso cuando ya muy enfermo y en los últimos años de su vida pidió retornar y establecerse en un pequeño rancho. Fue designado miembro del Consejo Mundial de la Paz. En 1954 comenzó una etapa de "jerarquización de la guarania" a partir del trabajo sinfónico sobre sus principales obras ya escritas y creando sus célebres poemas sinfónicos, Víctima del mal de Chagas, falleció José Asunción Flores en Buenos Aires, el 16 de mayo de 1972, tres meses antes de cumplir 68 años.

Durante la dictadura del 54-89 sus obras fueron censuradas por los medios oficiales, aunque con escasos resultados reales. Estaban tan arraigadas en el gusto popular, que resultó imposible evitar su difusión.

Entre sus obras: Arribeño Resay, Nerendápe aju, Jejuy, Gallito Cantor, India, Ñane Aramboha, Ñasaindýpe, Kerasy, Nde ratypykua, Ñemitÿ









martes, 16 de agosto de 2011

Batalla de Acosta Ñu


La Batalla de Campo Grande o Acosta Ñu  fue un enfrentamiento que ocurrió durante la Guerra de la Triple Alianza, donde, el 16 de agosto de 1869, 20.000 hombres de la triple alianza lucharon contra fuerzas paraguayas constituidas de 500 veteranos y 3.500 niños.




En el año 1869, el ejército paraguayo estaba en retirada y Asunción ocupada por los aliados.


La resistencia paraguaya, cuando todo ya estaba perdido, transformó el año final de la guerra en una caza a Francisco Solano López y a los que le seguían. Domingo Sarmiento nos da un buen ejemplo de eso: "La guerra está concluida, no obstante, aquel bruto (se refiere a Solano López), aún tiene veinte piezas de artillería y dos mil perros que habrán de morir debajo de las patas de nuestros caballos". La ferocidad de Sarmiento es profética: ocurrió exactamente lo que él previó, por poco las "patas de nuestros caballos" no fueron argentinas, pero sí brasileñas.

El Duque de Caxías negándose a bailar sobre el enemigo -que él conocía en la lucha y no de lejos como Sarmiento dio por terminada la guerra en Asunción. Al entrar el ejército imperial en Asunción, el 5 de Enero de 1868, para Caxías la guerra estaba terminada; tácitamente se negó a desempeñar el sádico papel del Conde D'Eu. El comandante del ejército imperial sabía lo que era preciso para la "victoria final" sobre el ejército paraguayo. Y deja bien claro en un despacho privado al Emperador Pedro II, el 18 de noviembre de 1867:

"Todos los encuentros, todos los asaltos, todos los combates realizados desde Coímbra a Tuyuti, muestran y prueban de una manera incontestable que los soldados paraguayos se caracterizan por una bravura, por un arrojo, por una intrepidez, y por

una valentía que raya a la ferocidad sin ejemplo en la historia del mundo".

Las palabras de Caxías no eran vanas. Sabía lo que estaba informando al Emperador, anticipando enormes dificultades y procurando evitar que el ejército imperial desempeñase el papel que, finalmente, el propio Pedro II le obligó a ejecutar bajo el comando del feroz conde D'Eu.

El soldado paraguayo, escribió Caxías, prefiere morir a rendirse; acentuó además que la moral de ese ejército ya derrotado aumenta en la derrota y cuando sus soldados están bajo la mirada de López, se sienten magnetizados, pudiendo hacer lo imposible.  "( ...) lejos de economizar su vida, parecen que buscan con frenético interés la ocasión de sacrificarla heroicamente y de venderla por otra vida o por muchas vidas de sus enemigos", agrega Caxías. Y es en ese despacho ya citado anteriormente, que Caxías denuncia el empleo del oro para la corrupción y el soborno, como política imperial:

"Vuestra Majestad tenga por bien encomendarme muy especialmente el destino del oro para concurrir al lugar y allanar la campaña del Paraguay, que viene Haciéndose demasiadamente larga y cargada de sacrificios y aparentemente imposible por la acción de las armas; pero el oro; Majestad, es materia inútil contra el fanatismo patrio de los paraguayos desde que están bajo la mirada fascinante y el espíritu magnetizador de López". La descripción del Duque de Caxías sobre el soldado paraguayo, de cierta forma recuerda lo que Alberdi ya había señalado. Sobre los soldados paraguayos, Caxías, afirmó al Emperador que siendo "simples ciudadanos, mujeres y niños" son una sola y misma cosa, "un solo ser moral e indisoluble". La guerra, por tanto, para la "victoria final" tendría que ser cruel -como fue- y no agradaba al Duque de Caxías, que informó al Emperador Pedro II:

"Cuánto tiempo, cuántos hombres, cuántas vidas y cuántos elementos y recursos necesitaremos para terminar la guerra, es decir, para convertir en humo y polvo a toda la población paraguaya, para matar hasta el feto en el vientre de la mujer?”


Con la mayoría de los hombres adultos paraguayos muertos o capturados, debieron pelear niños, mujeres y ancianos en el ejército para continuar la lucha contra la Alianza. Algunos niños lucharon con falsas barbas a fin de esconder la poca edad. Ya anteriormente en los Combates de Lomas Valentina y Piribebuy.

A las cinco de la tarde del 13 de Agosto se puso en marcha, con rumbo a Caraguatay, donde llegó a las ocho de la noche del día siguiente. De paso, mandó fortificar la entrada de la picada que conduce a dicho pueblo, dejando allí 1.200 hombres, con algunos cañones, a las órdenes del coronel Pedro Hermosa.

El movimiento de la columna paraguaya de retaguardia era, y tenía que ser, muy lento porque seguía el compás de la larga fila de carretas en que iban los bagajes de su ejército. La extrema flacura de los animales de tiro hacía que aquéllas apenas anduvieran. Y así pronto Caballero se vio separado de los suyos, solo, en medio del enemigo, librado a su propia suerte. Era como el escudo del ejército en retirada, contra el cual se estrellaría todo el poder de la alianza. 

EL INICIO

Después de la caída de Piribebuy, el Mariscal López ordenó la evacuación del campamento de Azcurra y la retirada hacia el norte. El 13 de agosto a las cinco de la tarde se inicio el éxodo de los restos del ejército en la última campaña de la guerra que no había de terminar sino en Cerro Corá

El Conde d'Eu y las principales tropas aliadas avanzaron y tomaron Caacupé el 15 de agosto, en donde, supuestamente, López se estaba escondiendo (él, en verdad, había huido para Caraguatay días antes). Para impedir que el ejército paraguayo se moviera a Caraguatay, el Conde d'Eu envió una división brasileña de caballería para el paso a Campo Grande. La división fue reforzada, más tarde, por la 2ª unidad táctica del ejército brasileño, junto con tropas argentinas comandadas por el coronel Luis María Campos.

Ante la noticia de que una fuerte columna paraguaya se retiraba lentamente por una picada que conduce a la llanura de Barrero Grande, el Conde D’Eu ordenó al Mariscal Victoriano Carneiro Monteiro que marchara rápidamente hacia el pueblo de Barrero Grande, para cortarles la retirada, mientras él caía sobre la retaguardia de los paraguayos.

El mariscal Monteiro se alejó a las dos de la tarde del 15 de Agosto, llegando a su destino a las diez de la noche. Desde allí desprendió una división de caballería, a las órdenes del general Cámara, con rumbo a Caraguatay, que fue detenida por el coronel Hermosa. 


A las seis de la mañana del día siguiente se movió el primer cuerpo del ejército brasileño, comandado por el general José Luis Mena Barreto, que acababa de reemplazar al general Osorio.

Dos horas después, el general Vasco Alves Pereyra, que mandaba la vanguardia del ejército imperial, cambiaba los primeros tiros con la retaguardia de Caballero. A lo lejos se escuchaba la artillería paraguaya, que rechazaba en ese momento las cargas del general Cámara en la boca de la picada de Caraguatay.



El Conde D’Eu precipitó la marcha de sus tropas y salió con todas ellas en Acosta-Ñu, sitio donde iba a librarse la batalla. Los paraguayos disponían de unos 3.500 hombres y algunos pocos cañones, y sólo contaba con un batallón de veteranos, el 6º de infantería. El resto eran niños y ancianos. Los niños fueron disfrazados con barbas postizas para que el enemigo los tome por adultos y les presente combate. Su caballería era escasa y en mal estado

El general Caballero extendió su línea de batalla destacando en su vanguardia al coronel Moreno, con dos cañones, y al comandante Franco a la cabeza de su batallón. Dando frente a su enemigo, continuó el retroceso: su única posibilidad era llegar a los bosques de Caraguatay.

Moreno y Franco hubieron de soportar en seguida la presión de nueve batallones y el fuego de numerosas piezas de artillería. Hostilizados en los dos flancos por regimientos de caballería, lucharon con extraordinario heroísmo.

El mismo Conde D’Eu reconoce en su Diario de Campaña “la gran desventaja” con que peleaban los paraguayos, por la manifiesta inferioridad de sus armas. “Nuestros fusiles a lo Minié –dice- llevaban la muerte hasta a sus reservas, al paso que a nuestros soldados más avanzados poco perjuicio sufrían”.

El general Caballero impidió con habilidad que sus fuerzas fueran rodeadas y consiguió llegar a la orilla opuesta del arroyo, donde emplazó la artillería. El Conde D’Eu colocó sus cañones frente al paso y abrió un nutrido fuego contra la posición paraguaya, y ordenó una carga a fondo sobre el puente, que fue repelida.

La batalla llegaba a su momento culminante. Era ya mediodía, y desde el amanecer la lucha no tenía tregua ni descanso. Se produjo una nueva carga y nuevamente fue repelida por Caballero. El cauce del arroyo quedó colmado de cadáveres. Optó entonces el ejército imperial buscar un vado, para evitar fracasar en otro ataque frontal.

Caballero volvió a hacerse fuerte sobre el puente de Piribebuy, conteniendo con todo éxito el avance de sus persecutores. La tarde inclinaba. De pronto los paraguayos se vieron acometidos por la retaguardia, era el segundo cuerpo del ejército brasileño que llegaba. Se trataba de una fuerte columna de infantería, con ocho bocas de fuego, a las órdenes del general Resín, que obligó a dividir las escasas fuerzas de Caballero y a atender dos acometidas simultáneas.

Los veteranos de Franco (muerto en el combate) habían desaparecido, y con ellos el nervio principal de la resistencia paraguaya. No le quedaban sino niños y jinetes mal montados.

Dice Juan José Chiavenatto: “Los niños de seis a ocho años, en el fragor de la batalla, despavoridos, se agarraban a las piernas de los soldados brasileros, llorando que no los matasen. Y eran degollados en el acto. Escondidas en al selva próxima, las madres observaban el desarrollo de la lucha. No pocas agarraron lanzas y llegaban a comandar un grupo de niños en la resistencia”……. “El Conde D´Eu, un sádico en el comando de la guerra,“después de la insólita batalla de Acosta Nú, cuando estaba terminada, al caer la tarde, las madres de los niños paraguayos salían de la selva para rescatar los cadáveres de sus hijos y socorrer los pocos sobrevivientes, el Conde D´Eu mandó incendiar la maleza, matando quemados a los niños y sus madres.” Su orden era matar "hasta el feto del vientre de la mujer".

“Mandó a hacer cerco del hospital de Peribebuy, manteniendo en su interior los enfermos – en su mayoría jóvenes y niños – y lo incendió. El hospital en llamas quedó cercado por las tropas brasilera que, cumpliendo las órdenes de ese loco príncipe, empujaban a punta de bayoneta adentro de las llamas los enfermos que milagrosamente intentaban salir del la fogata. No se conoce en la historia de América del Sur por lo menos, ningún crimen de guerra más hediondo que ese.” (de la misma fuente- Chiavenatto. "A guerra do Paragaui)

Caballero formando un cuadro con sus tropas se defendió como pudo hasta que, dispersados los restos de sus fuerzas, confundido en el tumulto inmenso de la lucha, pudo cruzar, sin ser reconocido, entre regimientos y batallones, llevando en tras de sí a los pocos que habían escapado de la matanza.